La iglesia de Cristo es un cuerpo espiritual, vivo y relacional, compuesto por creyentes nacidos de nuevo que se reúnen en el nombre del Señor. Su estructura no es institucional, piramidal ni ligada a edificaciones, sino orgánica, horizontal y movida por el Espíritu. Desde sus inicios, la iglesia se congregó en casas, en comunidad cercana, bajo el señorío directo de Cristo y guiada por ancianos piadosos y reconocidos entre los hermanos.
Este modelo, rescatado por múltiples movimientos de reforma, se sostiene sobre la verdad de que la edificación mutua y la vida en comunión no necesitan una infraestructura eclesial compleja, sino corazones regenerados, unidad doctrinal y disposición al servicio mutuo.
La iglesia no es una organización humana ni una entidad registrada ante autoridades seculares. Es el cuerpo de Cristo en la tierra, reunido en torno a Su Palabra, Su presencia y Su propósito. No es definida por templos, horarios, membresías formales ni rituales visibles, sino por una vida espiritual compartida bajo el gobierno de Cristo como Cabeza.
Las estructuras visibles son auxiliares, no esenciales. Lo esencial es la comunión genuina y la edificación recíproca.
📖 1 Corintios 12:27; Colosenses 1:18; Romanos 12:4–5; Juan 4:23–24; Efesios 4:15–16
El patrón neotestamentario es claro: los creyentes se reunían en casas, con participación activa, sencillez doctrinal y liderazgo espiritual cercano. Este modelo no es obsoleto, sino vigente y más necesario que nunca, pues promueve la verdadera comunión, evita la clericalización y facilita la reproducción de comunidades centradas en Cristo.
El regreso a las casas no es una moda, sino una restauración del diseño apostólico para edificación y misión.
📖 Hechos 2:46; Hechos 20:20; Romanos 16:3–5; Filemón 1:2; 1 Corintios 14:26
El ejercicio de los dones y funciones en la iglesia —ancianos, maestros, pastores— debe reflejar el carácter de Cristo: servicio, humildad, verdad. No se trata de jerarquía ni de profesionalismo ministerial, sino de funciones espirituales reconocidas por la comunidad, no impuestas por sistemas externos. Toda autoridad es pastoral y debe rendir cuentas al cuerpo, no dominarlo.
El liderazgo verdadero nace del testimonio, no del cargo; del ejemplo, no del título.
📖 1 Pedro 5:1–3; Hechos 14:23; Tito 1:5–9; Mateo 20:25–28; Hebreos 13:7
La iglesia puede usar apoyos logísticos o colaboraciones organizadas, como lo hizo la iglesia primitiva, pero estos deben estar subordinados al núcleo espiritual del cuerpo. Cuando las estructuras suplantan la comunión, o cuando el formalismo reemplaza la vida, la iglesia pierde su esencia.
Los principios del evangelio son espirituales, no materiales. Toda forma debe fluir de la función, y toda función de la comunión con Cristo.
📖 Hechos 6:1–4; 1 Corintios 3:9–11; Marcos 7:8–9; Colosenses 2:6–8; Efesios 2:19–22
La institucionalización es una de las principales causas de enfriamiento, división y desviación doctrinal en muchas comunidades. La iglesia que adopta estructuras rígidas, modelos empresariales o esquemas piramidales está en riesgo de sofocar la vida del Espíritu y silenciar los dones del cuerpo.
Dios está restaurando una iglesia centrada en la Palabra, edificada desde los hogares, guiada por el Espíritu, sin mezclas con estructuras del mundo. Esta visión no anula el orden, pero sí confronta la religiosidad formal y llama a una comunidad viva.
📖 Apocalipsis 2:4–5; Jeremías 6:16; Mateo 18:20; 1 Tesalonicenses 5:19–21; 2 Corintios 11:3