La redención es el corazón de la historia bíblica y el centro de la fe cristiana. No se trata de un rescate genérico ni de una mejora espiritual, sino de la intervención soberana de Dios en la persona de Jesucristo para liberar al ser humano de la esclavitud del pecado, la culpa legal y la condenación eterna. La redención no es solo un acto, sino una obra perfecta, completa y definitiva que revela simultáneamente la justicia de Dios, su amor inmerecido y su fidelidad inquebrantable.
Cristo no es solo un maestro moral o un ejemplo a seguir, sino el Redentor designado desde antes de la fundación del mundo. Como verdadero Dios y verdadero hombre, es el único Mediador capaz de representar al pecador ante Dios y a Dios ante el pecador. Su vida, muerte y resurrección constituyen la única base posible para la reconciliación con Dios.
Jesús no es mitad Dios y mitad hombre, ni un hombre adoptado por Dios. Es plenamente Dios, eterno, omnipotente, santo; y plenamente hombre, nacido de mujer, sujeto al hambre, al dolor y a la muerte. Esta unión hipostática —dos naturalezas en una sola persona— es esencial para la redención: solo un hombre podía morir por los hombres, y solo Dios podía hacer de esa muerte un sacrificio infinito y eficaz.
📖 Juan 1:1,14; Filipenses 2:5–8; Hebreos 2:14–17; Colosenses 2:9; Isaías 9:6
Cristo ejerce un ministerio triple que resume y supera todas las funciones del Antiguo Testamento:
Estos tres oficios no son opcionales ni alternativos: son inseparables y activos, y se cumplen en toda su plenitud en la persona y obra del Mesías.
📖 Deuteronomio 18:15; Hebreos 7:24–27; Salmo 2:6–12; 1 Timoteo 2:5; Hechos 3:22–26; Apocalipsis 1:5
La obra de Cristo se despliega en dos grandes movimientos: humillación y exaltación. En su humillación, el Hijo eterno se encarna, vive sin pecado, sufre rechazo, muere en la cruz como sustituto, y es sepultado. Esta fase revela la obediencia perfecta de Cristo hasta la muerte. En su exaltación, resucita con poder, asciende al cielo, es entronizado a la diestra del Padre, intercede por los suyos y regresará con gloria.
Estas fases no son episodios aislados, sino una sola obra redentora, completa y triunfante, que asegura salvación plena y futura restauración.
📖 Filipenses 2:6–11; Hebreos 4:15; Romanos 4:25; Hechos 2:32–36; 1 Corintios 15:3–4; Apocalipsis 5:9–10
La obra de Cristo tiene un valor universal, suficiente para salvar a todo ser humano. Sin embargo, su eficacia está limitada al propósito soberano de Dios: solo quienes creen en Cristo, por la obra del Espíritu Santo, reciben los beneficios de su redención. Esta verdad honra tanto la grandeza del sacrificio como la eficacia de la gracia electiva de Dios.
La redención no deja nada a medias: Cristo compró con su sangre todo lo necesario para el perdón, la reconciliación, la adopción y la glorificación de los redimidos.
📖 Juan 3:16; Hebreos 9:12; Tito 2:14; Romanos 8:32–34; Efesios 1:7; Juan 6:37–39
La obra de Cristo no solo salva, sino que también transforma. El creyente no solo recibe los beneficios del Redentor, sino que sigue sus pisadas. Cristo es nuestro ejemplo supremo de obediencia a la voluntad del Padre, de humildad en el servicio, de amor sacrificado y de esperanza segura en la gloria venidera.
La redención no produce cristianos pasivos, sino discípulos activos que viven en gratitud, imitan al Salvador y esperan su regreso con fe y perseverancia.
📖 1 Pedro 2:21–24; Filipenses 3:10; 1 Juan 2:6; Mateo 16:24; 2 Corintios 5:14–15; Tito 2:11–13