La creación es la primera gran obra registrada en la revelación bíblica, y establece el fundamento sobre el cual descansan todas las demás doctrinas: la soberanía de Dios, la dignidad del ser humano, el orden del universo, la realidad del pecado y la necesidad de redención. Afirmar que Dios es el Creador no es solo un punto de fe, sino una declaración de autoridad: Él es dueño de todo, determina el propósito de cada cosa, y sostiene la existencia misma por Su Palabra.
Negar el relato bíblico de la creación, reinterpretarlo según modelos meramente naturalistas o desconectarlo de la historia redentora, no es una diferencia secundaria. Socava la autoridad de la Escritura, desfigura la imagen del hombre y erosiona la necesidad del Salvador. La fe cristiana confiesa que el mundo no es producto del azar ni de procesos ciegos, sino de la voluntad ordenada, sabia y buena del Dios vivo.
La Biblia declara con claridad que “en el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Esta obra fue realizada por el poder de Su Palabra, sin ayuda externa, sin proceso evolutivo y sin error. Dios habló, y fue hecho. El relato de Génesis 1 establece una secuencia clara de seis días literales, cada uno con tarde y mañana, donde Dios formó el mundo con orden, propósito y belleza. Esta estructura no es simbólica ni poética, sino narrativa histórica inspirada, fundamento de la semana de trabajo y del descanso sabático.
Toda la creación —la materia, el tiempo, el espacio, la vida— procede directamente de Dios. Nada existe por sí mismo, ni posee autonomía ontológica. Todo depende del Creador, que lo hizo “bueno en gran manera” y que permanece activo en su cuidado providencial.
📖 Génesis 1:1–31; Éxodo 20:11; Salmo 33:6–9; Hebreos 11:3; Nehemías 9:6; Colosenses 1:16
Entre todas las criaturas, el hombre ocupa un lugar especial. Fue formado del polvo de la tierra y recibió aliento de vida directamente de Dios. Creado varón y hembra, el ser humano porta la imagen divina: racionalidad, conciencia moral, capacidad relacional, creatividad y dominio. Esta imagen no es física, sino espiritual y funcional. Dios le confirió dignidad, responsabilidad y el mandato de gobernar la tierra como su mayordomo, en comunión con Él y con su creación.
Aunque el pecado distorsionó esa imagen, no la destruyó. La redención en Cristo tiene como fin restaurarla. Por tanto, toda concepción del ser humano que lo reduzca a un producto biológico o a un agente social sin alma contradice la verdad bíblica.
📖 Génesis 1:26–28; Génesis 2:7; Salmo 8:4–8; Mateo 19:4; Santiago 3:9; Efesios 4:24
Dios no creó por necesidad ni por accidente, sino con propósito eterno. La creación existe para reflejar Su gloria, manifestar Su carácter y preparar el escenario para la obra redentora de Cristo. Todo fue creado “por medio de Él y para Él”, y en Él subsiste. Cada aspecto de la creación —desde la complejidad del cosmos hasta el diseño del cuerpo humano— revela sabiduría, belleza, y orden.
Afirmar esto no significa divinizar la creación, sino reconocer que ella es testimonio visible del Creador invisible. Y comprender la creación desde Cristo da sentido a todo: desde la vocación humana hasta la esperanza escatológica.
📖 Isaías 45:18; Juan 1:1–3; Colosenses 1:15–17; Romanos 11:36; Hebreos 1:2–3; Apocalipsis 4:11