La Biblia no es un libro más entre los libros sagrados de la humanidad. Es la Palabra de Dios escrita, revelada e inspirada por el Espíritu Santo a lo largo de la historia, a través de autores humanos escogidos y guiados de manera sobrenatural. Cada palabra, cada línea y cada verdad registrada en los escritos originales de las Escrituras proviene directamente de Dios. No se trata de una inspiración parcial ni de una mera influencia divina sobre el pensamiento humano: es una inspiración plena, verbal, sobrenatural y específica.
Esta doctrina sostiene que la Biblia, en sus 66 libros canónicos, constituye la única regla infalible de fe y práctica. Por tanto, su autoridad es absoluta: no puede ser corregida por tradiciones, modificada por razonamientos humanos, ni juzgada por emociones o experiencias personales. A lo largo de los siglos, negar esta inspiración ha sido la puerta de entrada para el error doctrinal, el sincretismo, la apostasía y la pérdida del poder transformador del evangelio.
La Escritura es "inspirada por Dios" —literalmente, “exhalada” por Él. Esta inspiración no se limita a las ideas generales, sino que se extiende a las palabras mismas usadas por los autores. Cada escritor bíblico escribió bajo la dirección activa del Espíritu Santo, sin que su estilo o personalidad fueran anulados, pero sin margen para el error doctrinal o el engaño espiritual. Esta inspiración plenaria y verbal asegura que lo que la Biblia dice, Dios lo dice.
La Escritura no contiene la Palabra de Dios; es la Palabra de Dios. Por ello, su autoridad no depende del reconocimiento humano, sino de su origen divino.
📖 2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:20–21; Jeremías 1:9; Mateo 5:18; Juan 10:35; 1 Corintios 2:13
Los escritos originales de la Biblia son completamente verdaderos, sin error en todo lo que afirman, ya sea doctrina, historia, ciencia o moral. Esta inerrancia se aplica a los textos tal como fueron inspirados originalmente, y aunque las copias y traducciones pueden tener variantes menores, ninguna ha comprometido la doctrina ni la verdad central de la revelación. La Escritura es también suficiente: todo lo que el creyente necesita saber para la salvación, la vida piadosa y la obediencia está contenido en ella.
Con el cierre del canon bíblico —la colección final de libros inspirados reconocida por la Iglesia primitiva— cesó la inspiración divina. No hay nuevos libros inspirados, ni nuevas doctrinas reveladas que completen o sustituyan lo ya escrito. Cualquier revelación posterior que contradiga, agregue o relativice el contenido de las Escrituras es falsa, sin importar su atractivo o su origen reclamado.
📖 Apocalipsis 22:18–19; Deuteronomio 4:2; Judas 1:3; Lucas 24:27; Hebreos 1:1–2; Salmo 19:7–11
Aceptar la inspiración de la Biblia implica someterse a su autoridad. No hay otro criterio más alto por el cual se evalúe su verdad: ella juzga todas las cosas. Su claridad permite que los creyentes comunes la comprendan; su poder transforma corazones; su verdad permanece para siempre. Rechazar su enseñanza, minimizar su voz o reinterpretarla al gusto cultural es rechazar al mismo Dios que la dio.
Por tanto, la Palabra debe ser leída con humildad, creída con confianza, obedecida con gratitud y enseñada con fidelidad. Ella revela a Cristo en cada página, y en Él nos lleva al conocimiento del propósito eterno de Dios.
📖 Isaías 8:20; Salmo 119:89; Juan 17:17; Romanos 10:17; 2 Timoteo 4:2; Colosenses 3:16